Katherine Chaves y el acceso a la tecnología como un derecho humano

La creadora de la ONG Rocket Girls usó su experiencia para llevar la TI como posibilidad viable de carrera a costarricenses de las más variadas edades.

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Katherine Chaves

"La idea es presentar el acceso a la tecnología como un derecho humano". La premisa, que orienta la organización no gubernamental Rocket Girls, también es la misión de vida de Katherine Chaves, fundadora y CEO de la entidad.

Hoy arquitecta de soluciones cloud para Microsoft, donde condujo el programa Leading Women at Microsoft Chapter in WWIS Costa Rica, Katherine ni siquiera consideraba la posibilidad de trabajar con tecnología cuando era adolescente. "Yo era parte del gran grupo de mujeres que piensan que ese mundo no es para nosotras", cuenta.

Después de que el destino —y sus decisiones— la empujaran hacia el área, la costarricense vio su sueldo triplicarse. Pero más que independencia económica, encontró en la TI una satisfacción profesional que su antiguo área de trabajo jamás le brindaba.

El deseo de compartir esos descubrimientos dio sentido a Rocket Girls, una asociación que se dedica a generar oportunidades de estudio y trabajo para mujeres jóvenes dentro del mundo de la ciencia y de la tecnología. Su propuesta está totalmente integrada al concepto de STEM education (de la sigla en inglés para la enseñanza integrada de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) y tiene en cuenta especialmente a la población de áreas menos favorecidas de su país, ya sean los barrios pobres de las regiones metropolitanas, las áreas costeras o la zona rural.

Paralelamente a su ONG, Katherine se dedica al reclutamiento, retención y desarrollo de talentos femeninos en el área de TI. Las transformaciones que la llevaron a ese camino fueron graduales y sutiles, al contrario de la expansión de Rocket Girls, que sucede de forma exponencial y acelerada. Esas dos trayectorias se cuentan acá en una entrevista exclusiva para el blog de Orange Business.

Percepciones poco comunes

“Cuando era adolescente, me gustaba la tecnología, pero era parte del gran grupo de mujeres que piensan que ese mundo no es para nosotras. En los colegios costarricenses puedes elegir una especialización profesional y ni siquiera consideré la tecnología. Terminé estudiando inglés y, después de recibirme, a los 18 años, comencé a trabajar en un call center. A pesar de que se pagaba razonablemente bien, era un trabajo que no me motivaba.

Me sentía perdida profesionalmente, pero comencé a darme cuenta de que había muchas ofertas de trabajo en empresas de tecnología, con mejor remuneración. Respondí a uno de esos anuncios que buscaba a alguien que hablara portugués, y era mi caso. No sabía nada de tecnología y me rechazaron en la primera entrevista. Sin embargo, el gerente responsable del área me dijo que, si estudiaba el tema, podría volver en dos semanas y hacer una nueva entrevista. Así lo hice, y obtuve el puesto."

La importancia de ser curioso... y humilde

“En nuestro equipo, éramos 22 personas. Solamente dos eran mujeres: yo, sin experiencia y con poco conocimiento, y otra, muy capaz y con una presencia fuerte. Decidí entonces estudiar cada vez más: fui obteniendo certificaciones y especializaciones, y así se fue trazando mi carrera. Entendí muy rápido que no quiera trabajar con desarrollo ni programación. Mi elección fue la infraestructura, quería trabajar con la nube.

A medida que se fue desarrollando este camino, me di cuenta de que lo seguía con pasión. Es un área en la cual todos los días hay algo nuevo para aprender. Quien está en este medio necesita curiosidad, es una característica imprescindible. Después de ella, viene la humildad, pues tienes que ser muy humilde para saber que nunca vas a saber todo y que nunca estarás libre de cometer errores.”

Femineidad 2.0

“Hubo todo un proceso de construcción hasta llegar al insight que me llevó a fundar Rocket Girls, pero también uno de destrucción. Nosotras, mujeres, necesitamos probar todo el tiempo que somos competentes, que sabemos del tema, de una manera que los hombres muchas veces no necesitan. Eso es algo que observé en todas las culturas con las que trabajé —desde Brasil, Ecuador y Bolivia hasta acá, Costa Rica— y que predomina en toda Latinoamérica.

Había pasado un buen tiempo construyendo pensamientos y creencias que me hicieron pensar que tenía que actuar como un hombre. Pero vi que era injusto para las mujeres tener que asumir ese papel para permanecer en un trabajo. Aprendí que la femineidad podría ser parte de mi persona profesional, y eso fue algo muy enriquecedor.

Y como somos pocas, los vínculos que creamos entre nosotras son muy fuertes. Eso favorece la sororidad, que es fundamental: sin ella, no vamos a conseguir cambios a gran escala”.

Empoderamiento vía trabajo remoto

“Reflexionaba mucho sobre mi condición en el mercado de la tecnología. No era posible que yo, a los 28 años, tuviera tantas oportunidades, mientras que otras personas igualmente capaces no podían ni siquiera estudiar. La verdad es que el acceso a la información es un privilegio de un sector, ya que es algo difícil o incluso inexistente en áreas rurales o de vulnerabilidad social.

Lo que me llevó a crear Rocket Girls fue la confirmación de que esa situación solo cambiaría si nosotras, que tenemos más condiciones, hacíamos algo para ayudar a otras mujeres. Al comienzo, traté de traer más mujeres a las ciencias STEM, y ¡eso muchas veces implicaba hacerles saber que esas áreas existen! A partir de ese conocimiento, podrían crear espacios, ocupar lugares.

Nuestro público inicial era de adolescentes, pero crecimos tanto que pasamos a atender niños y también mujeres adultas. Para todas, la idea es presentar el acceso a la tecnología como un derecho humano. Después ellas deciden si quieren o no trabajar con eso, pero no podemos dejar de brindar esa posibilidad. Cuando alguna de las chicas me llama y dice: 'Kat, conseguí un trabajo', eso me impulsa, porque sé que es algo que impacta no solo en ella sino en toda su familia. Cada transformación individual inspira a otras personas.”

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